Por Glòria Durban Roca y José García Guerrero *
Repensar la biblioteca escolar. La necesidad de considerar su transformación como un reto y una oportunidad
viernes, 12 de abril de 2013
En este artículo reflexionamos sobre el futuro de la biblioteca escolar con el objetivo de mostrar los elementos básicos de cambio que, a nuestro parecer, hay que abordar para su desarrollo en las próximas décadas. Estas reflexiones pretenden dotar a los centros educativos de los resortes discursivos necesarios para poder resituar sus propias bibliotecas en el contexto de la sociedad red. Se requiere para ello la implementación de acciones concretas que pueden representar avances considerables en el modo en que la biblioteca escolar realizará en un futuro próximo sus funciones de apoyo curricular y de fomento de la lectura. Aunque la transformación ha de ser paulatina y considerar la diversidad de contextos, hay que significar que nos encontramos en este momento ante una oportunidad ineludible para su reorganización y su redefinición.
La necesidad de abordar una transformación
Hablar de transformación significa considerar la necesidad de llevar a cabo un cambio que sea
realmente profundo y sustancial. Nos referimos a una transformación que
requiere de una biblioteca escolar reorganizada y redefinida y que
incorpora las premisas específicas que caracteriza a la cultura digital.
En este sentido una remodelación superficial de la biblioteca escolar
solo respondería a un movimiento de adaptación y supervivencia, al
inicio de una lucha contra la desaparición que, a nuestro entender,
sería estéril y sin recorrido.
Consideramos
una transformación que abunde en las funciones de la biblioteca
escolar, más necesarias hoy si cabe. Funciones que la reafirman en el
futuro, pues resultan relevantes y útiles para la sociedad y la
comunidad educativa. Por tanto, ¿qué es lo que hay que reorganizar y
redefinir? Lo que debe transformarse en este momento es la manera en que
las bibliotecas actúan, los instrumentos que
utilizan y las estrategias concretas de acción que se implementan. Este
proceso de cambio global y profundo representa una oportunidad para su
redefinición que no podemos desaprovechar. Si las bibliotecas de los centros educativos no realizan estos cambios no podrán actuar inmersas en la realidad informativa y comunicativa que caracteriza la sociedad contemporánea.
Pero… ¿y la escuela? Los claustros parecen no estar preparados para considerar esta nueva realidad que
ya vivimos, y que está presente en las aulas. Hay muchas resistencias
¿por qué la biblioteca debe lanzarse a ello? La escuela y,
principalmente el profesorado, ha de iniciar un proceso de apertura para
abrazar las posibilidades comunicativas e informacionales del contexto
digital que ha desembocado en un nuevo escenario cultural. Resulta obvio
que su apropiación es uno de los retos más fuertes que el sistema
educativo debe afrontar. No hacerlo, y ponerse a la defensiva, es
sucumbir a la incertidumbre y recluirse en una torre de marfil o en una
burbuja irreal.
La
biblioteca escolar, como un recurso más que es de la escuela,
encontrará resistencias para realizar los cambios organizativos y de
redefinición que requiere. Evidentemente. Pero es que el presente no es
ciencia ficción, es ya realidad. Hay que atender los cambios y no
permanecer inmunes a sus consecuencias. En este sentido, la biblioteca
escolar puede y debe acompañar estos procesos renovadores que necesitará
experimentar la escuela. Esta es una nueva tarea que la sociedad
digital le encomienda. Los cambios que en la biblioteca se modelen
pueden significar signos vivos de posibilidad para una escuela que debe
también reorganizarse y redefinirse. Debemos considerar la biblioteca
escolar como algo más que un recurso; es un agente interno con capacidad
movilizadora, un agente vivificador que muestra su utilidad cuando sus
acciones van calando con el tiempo en las prácticas docentes y en los
procesos de aprendizaje, pero también en el ambiente cultural general
del centro. Este poder no se puede menospreciar.
Así pues, actualmente, considerando la nueva realidad informacional y comunicativa, las organizaciones y la escuela requieren de la
presencia en su estructura de gestión de bibliotecas que actúen como
centros de recursos que filtren y redistribuyan contenidos; que presten
servicios específicos pensados y articulados para dar respuesta a las
necesidades de la comunidad a la que sirven; que sean agentes de
mediación y formación vinculados al fomento de la
lectura y al desarrollo de habilidades informacionales y hábitos de
trabajo intelectual. Y todo ello configurándose como espacios para el
encuentro, puntos de interconexión y colaboración dentro de la comunidad
educativa; entornos sociales que actúen principalmente de forma
presencial con actividades especificas que establezcan vínculos y
conexiones que a su vez puedan sostenerse, nutrirse y conservarse en el
entorno virtual.
Ser permeables a los nuevos tiempos significa que la biblioteca escolar ha de ser capaz de transformarse
para encontrar nuevas maneras de llevar a cabo las funciones que le son
propias. Tres son los elementos transformadores que están generando
perturbación y necesidad de cambio, ya que su impacto afecta de lleno a
las maneras en que las bibliotecas actúan y ejercen su labor. A saber:
a) La existencia de un nuevo ecosistema comunicativo e informacional.
b) La incorporación de lo digital al universo de la lectura.
c) La llegada de un espacio virtual como entorno social relacional y comunicativo en la sociedad contemporánea.
b) La incorporación de lo digital al universo de la lectura.
c) La llegada de un espacio virtual como entorno social relacional y comunicativo en la sociedad contemporánea.
Todo
ello ha generado una transformación en las prácticas culturales en
referencia a la información, la lectura y la comunicación que ponen en
entredicho muchas de las acciones que actualmente realizan las
bibliotecas, acciones caducas u obsoletas por estar ancladas en las
premisas de la cultura impresa o bien por estar articuladas en
referencia a coordenadas propias de la sociedad industrial.
Detengámonos
en los tres elementos transformadores mencionados que están incidiendo
sobremanera en una biblioteca escolar que precisa en consecuencia ser
renovada.
Es evidente que han aparecido nuevas prácticas informacionales
fruto de la existencia de un ecosistema comunicativo e informacional
multimodal y fragmentado. Esta realidad precisa, por un lado, que la
biblioteca establezca nuevas formas de intermediación entre las personas
y la información, filtrando y redistribuyendo contenidos y, por otro
lado, que desde la biblioteca se reorganicen los programas formativos
vinculados al acceso y uso autónomo de la información considerando el
nuevo contexto.
Se constata el surgimiento de nuevas prácticas lectoras
asociadas a la incorporación de lo digital en el universo de la
lectura. Ello precisa que la biblioteca ejerza su función de fomento de
la lectura contemplando todo tipo de soportes y realizando acciones
especificas de mediación en referencia a la calidad de los contenidos
confeccionando itinerarios y fomentando la interconexión entre los
lectores al facilitar dinámicas de retroalimentación de la lectura.
Y, finalmente, no podemos olvidar la presencia de nuevas prácticas comunicativas
vinculadas al uso del espacio virtual como entorno social relacional y
comunicativo. La biblioteca debe aprovechar esta oportunidad para
expandir sus acciones más allá de los muros físicos que configura su
entorno presencial. La dinámica propia de la biblioteca como agente de
conexión social resulta expandida en el entorno digital al poder
establecer con la comunidad educativa canales de comunicación múltiples,
que se presentan sincrónicos y permanentes.
Se precisan cambios de las bibliotecas escolares en su dimensión física, así
como enfocar su organización no en base a una función tradicional de
depósito sino más bien en la articulación y generación de servicios
mediadores. Los servicios nuevos más relevantes resultan: las acciones
de filtro y redistribución de contenidos, la generación de entornos informacionales de aprendizaje y la administración
de plataformas virtuales de interacción social. A su vez en referencia a
la lectura y su fomento observamos la necesidad de realizar un giro en la manera de acometer su mediación en la sociedad contemporánea. Esto representa un elemento importante de cambio a considerar. Todo
ello implica la necesidad de enriquecer el perfil profesional del
responsable de la biblioteca escolar y la presencia de apoyos y
cobertura desde la administración educativa.
En
consecuencia, hemos de valorar detenidamente los elementos de cambio,
abordándolos considerando los contextos y las situaciones de partida de
cada biblioteca escolar, pero también las coberturas que las
administraciones educativas están dispuestas a facilitar al ecosistema
bibliotecario escolar. Los elementos de cambio serían los tres que a
continuación se describen.
1. La transformación de las bibliotecas en su dimensión física
En
primer lugar el futuro de la biblioteca de un centro educativo pasa por
llevar a cabo una transformación real de las bibliotecas en su
dimensión física. Lo que cambia en el nuevo contexto es el concepto en
sí de “biblioteca escolar” vinculado todavía de forma muy clara a la
cultura impresa y a la cultura industrial; una idea y explotación de la
biblioteca escolar ligada prácticamente a un entorno físico y a unos
recursos objetos. Es precisamente esto lo que se resquebraja, lo que
provoca grietas en las paredes de nuestras bibliotecas.
Estamos ante la llamada desmaterialización de las bibliotecas. Rompamos pues estos muros caducos que nos encorsetan e imaginemos otra dimensión física de la biblioteca, una biblioteca a la vez presencial y ubicua, con un espacio físico versátil y acogedor, y con la capacidad de articular entornos virtuales interactivos y multimodales. Las bibliotecas escolares están empezando a desarrollar procesos de expansión a estos entornos,
transformándose poco a poco para dar pie a una interesante y rica
convergencia entre el mundo analógico y el mundo digital.
Las
bibliotecas escolares ya no pueden ser conceptualizadas como entornos
híbridos vinculados al uso de las tecnologías de la información y la
comunicación. Creemos que deben desarrollarse como centros ubicuos inmersos
en la vida cotidiana de la comunidad educativa a la que sirven. La
ubicuidad que significa dualidad, no es en este caso un adjetivo que
caracteriza a la biblioteca sino un sustantivo que la constituye y que
nos indica que la biblioteca actuará de forma indistinta en el entorno
presencial y en el entorno virtual. Así
se liberará de un espacio concreto y se constituirá en una biblioteca
escolar móvil y expandida. La biblioteca escolar se diluirá, pero
creciendo a la vez, distribuyéndose por las aulas, por todo el centro y
más allá de él hacia la comunidad educativa.
El
cambio es relevante porque hablar de sociedad dual significa considerar
que ya no existe una frontera definida y separadora entre los dos
entornos sino una retroalimentación. Vamos y venimos del entorno digital
al físico y del físico al digital. Ello no duplica sino que enriquece y
expande nuestras acciones. La biblioteca escolar no puede desarrollarse
de espaldas a esta realidad ya que es la que viven de forma cotidiana
el alumnado, el profesorado y muchas familias.
Así
pues la desmaterialización es un proceso lento pero que no lleva pausa
en su devenir. En el caso de las bibliotecas escolares podemos imaginar
unas bibliotecas mucho más presentes en la globalidad del centro
educativo, que le permitan presencia en todas partes. Porque ahora lo
significativo no es su materialidad, sino los flujos informativos que
bombea y los canales que vaya creando según
necesidades y contextos para su transmisión. Unos flujos que son
contenidos filtrados que se redistribuyen utilizando las plataformas y
dinámicas de interacción propias del entorno digital.
2. La organización de las bibliotecas escolares como servicios mediadores y no como depósitos
Ahora la biblioteca no es solo “colección” y “depósito” sino principalmente un centro de recursos que se configura como un servicio continuo de mediación de contenidos específicamente relevantes, físicos y/o digitales. Aquí es donde hay que focalizar las acciones. La comunidad educativa y sus necesidades configuran el foco de atención que articula toda la actividad de apoyo y mediación de la biblioteca escolar.
La “colección” aunque sea dinámica y cambiante en función de las necesidades
específicas de los usuarios (aprendices y docentes en nuestro caso)
deja de ser el núcleo a partir del cual la biblioteca organizaba sus
servicios y programas y dinamizaba su uso. Se da el paso de la
colección cerrada a la colección abierta. Se abrió el acceso, se
facilitó su uso. Pero ahora esto solo no es suficiente. Urge la
necesidad de mediar ese acceso ante la aparente incongruencia de colapso
que ha provocado ese mismo acceso abierto.
Los
síntomas que se perciben por las jóvenes generaciones al entrar en una
biblioteca apuntan a una vivencia de desasosiego o indiferencia ante la
avalancha informativa indigerible que se presenta repartida
uniformemente en los estantes. Los libros en sí provocan inapetencia
generalizada vistos como un todo y no como obras llenas de valor. Prima
una aproximación superficial a los contenidos y una pérdida en prácticas
de lectura profunda, lenta y reflexiva.
Ahora
no importa donde estén los recursos, porque su accesibilidad es posible
desde muchos lugares. Lo relevante es mediar el encuentro con los
recursos, con determinados recursos, facilitando que se produzcan
"hallazgos", provocándolos, estimulándolos, induciéndolos,
iniciándolos...
En
este contexto aunque persisten los recursos físicos el concepto de
“colección” es caduco porque limita la acción de la biblioteca a ella
misma y si ella se limita, en consecuencia, resulta un agente
irrelevante y prescindible en la sociedad red.
En referencia a la gestión de contenidos y a la política o criterios que se derivan de ella, se hace necesario modificar el término de “política documental” y sustituirlo por el de “política de gestión de contenidos”
que nos permitirá poder incluir los procesos que se deben realizar con
los dos tipos de recursos (físicos y digitales). Si bien, cada uno de
ellos requiere una consideración especial: los recursos físicos precisan
fundamentalmente procesos de selección y provisión, mientras que los
digitales no necesitan ser ordenados y clasificados pero sí filtrados
con criterios definidos y redistribuidos eficazmente y a tiempo real en
función de demandas o proyectos específicos. Finalmente, hemos de
considerar la necesidad de participación del profesorado en estos
procesos, aunque constituya principalmente una labor liderada por la
biblioteca escolar.
2.1. La biblioteca escolar como centro de recursos que filtra y redistribuye contenidos
En la sociedad red donde los recursos informativos circulan y fluyen continuamente, donde el término “documento” y sus derivados han “caducado”, la información crece de forma exponencial en un flujo constante. En esta situación se hace inoperante ordenar y aglutinar la información en cápsulas cerradas, ya que en la cultura digital no podemos ordenar el mundo digital bajo los parámetros del mundo físico o analógico. La información se derrama por todas partes a tiempo real, y puede ser localizada de diversas formas. Toda voluntad de orden y permanencia se torna en este entorno en ilusión.
Por ello, en referencia al entorno digital, hay que centrar la acción de la biblioteca escolar en procesos de filtro y redistribución focalizados en proyectos concretos y no con voluntad de realizar una colección digital permanente. Al mismo tiempo, hay que incidir en acciones formativas o de apoyo en la resolución de demandas referidas a estrategias de búsqueda y en la determinación de criterios de valoración y selección.
En este momento lo que es importante es recordar que debemos focalizar la acción de la biblioteca escolar no en los recursos, en la “colección” sino en la función básica de la biblioteca como biblioteca, la acción de dispensar y repartir recursos y la acción de proporcionar servicios y recursos de aprendizaje y culturales a la comunidad educativa. Aunque siempre haya existido intrínsecamente, ahora esta acción debe ser explícita por la relevancia social que representa en una sociedad sobreinformada.
La biblioteca ha de facilitar el acceso a un tipo determinado de recursos de aprendizaje y de contenidos culturales relevantes, ello conlleva acciones de filtrado y redistribución. La acción de filtrado ya implica valoración y selección. Y la acción de redistribución implica dispensar y repartir. Ahora con la situación permanente de sobredosis informativa, más importante que disponer de recursos en sí, es facilitar su acceso y mediar su encuentro.
No podemos caer en el error de ordenar el entorno digital. Es imposible. En
la última década el sector bibliotecario se ha esforzado en ello sin
realmente conseguirlo. Esto también ha incidido en las bibliotecas
escolares que han ido elaborando selecciones y bibliotecas digitales con
la intención de facilitar el acceso y filtrar contenidos.
Desde
la biblioteca escolar podemos movilizar nuestra comunidad educativa
hacia la construcción colectiva de colecciones digitales desordenadas
pero accesibles a través de etiquetas y taxonomías múltiples. Hemos de
poner nuestro empeño más que en establecer “bibliotecas digitales” como
colección y depósito, en
elaborar estrategias específicas que nos permitan filtrar y redistribuir
contenidos digitales a tiempo real porque la información disponible
cada día es mayor.
Es
imprescindible que alguien desarrolle la función de crear en las
organizaciones “pasarelas” de información enfocada pensando en
neutralizar la sobrecarga informativa. Así
pues la función de filtro y redistribución de recursos digitales es una
función que deben contemplar las organizaciones educativas del siglo
XXI. El docente responsable de la
biblioteca escolar y el equipo de apoyo han de estar preparados para
ello. Es un nuevo reto vinculado a una nueva necesidad.
2.2. La biblioteca escolar como agente mediador y formador que genera entornos informacionales para el aprendizaje y programas para la competencia informacional
Las bibliotecas escolares han de mediar y facilitar la generación o creación de entornos informacionales de aprendizaje para el alumnado que representen referentes importantes de información. Siempre en referencia a niveles concretos y a materias específicas. Ello conlleva
la selección y preparación de materiales y recursos específicos
dispuestos y presentados bien de forma presencial o bien en plataformas
virtuales que favorezcan su encuentro y su uso desde cualquier lugar.
En ello la función de apoyo curricular de la biblioteca escolar puede vincularse a la articulación de programas de competencia informacional que según el contexto realice ella misma o bien acompañe.
Se trata del desarrollo de habilidades no únicamente informacionales
vinculadas al acceso de la información sino también a su uso, así como
el desarrollo de hábitos de trabajo intelectual personal y colectivo
vinculados a la construcción de conocimiento. Estamos ante la necesidad
de dotar al alumnado de recursos personales que los capacite tanto para
saber encontrar relaciones entre la información fragmentada como también
a partir de ello, saber construir discursos (lingüísticos o
multimodales) dotados de coherencia y estructura.
Aquí
entran en juego principalmente habilidades lingüísticas y
comunicativas, que permitirán junto a las habilidades de pensamiento
desarrollar grados óptimos de autonomía intelectual, imprescindibles en
la actual sociedad digital. Para ello hay que entrenar el uso de la
lógica y el razonamiento pero también el uso de la intuición y el
pensamiento creativo. Y todo ello independientemente de la tecnología
utilizada, usando toda la tecnología que está a nuestro alcance y no
olvidando la necesidad de desarrollar actitudes favorables al trabajo
cooperativo considerando las características de la sociedad red.
La
biblioteca escolar se dota aquí de carga curricular con objetivos y
contenidos formativos que representan en la cultura digital necesidades
educativas muy relevantes para la sociedad contemporánea y con las que
la escuela ha de estar necesariamente comprometida.
Estamos
ante la articulación de la función mediadora y formativa de la
biblioteca en una sociedad y una escuela saturada de información. Se
trata de una formación global en
el uso de la información que incide en el conocimiento y uso autónomo
de los recursos y entornos informativos actualmente disponibles. Una
formación que no focalice su acción en la biblioteca sino en el nuevo
paradigma que representa internet y la cultura digital. El objetivo que
esta persigue no es únicamente
el poder dar acceso a la información, sino principalmente acompañar y
formar en su uso autónomo y responsable. Por ello las bibliotecas
escolares asumen en la actualidad un papel muy relevante en este campo. No
podemos olvidar que la finalidad última de la función de apoyo
curricular de la biblioteca escolar es poder acompañar los procesos
concretos de mejora de la enseñanza que se estén llevando a cabo en los
centros educativos.
2.3. La biblioteca escolar como espacio de encuentro y punto de conexión social para la comunidad educativa
Hay
que considerar que el nuevo contexto lleva curiosamente a un
reforzamiento de la función social que siempre ha ejercido la biblioteca
en el centro educativo. Hay que reforzar y valorar el repertorio de
actividades que tradicionalmente la biblioteca escolar desarrolla con
éxito en su espacio, acompañando procesos de
interacción en torno a grupos de lectura, encuentro con autores,
acciones con las familias, talleres diversos, charlas, exposiciones,
etc. En este sentido, la mediación de la biblioteca se hace
indispensable, reportando un servicio a la comunidad educativa que le
permite actuar de puente porque la
biblioteca escolar como punto de conexión social pone en valor las
relaciones y la comunicación directa entre los miembros implicados en
una experiencia, en un proyecto, en un acto que supone interacción
física en primer término y proyección virtual posible, en segundo.
Vemos
pues cómo las bibliotecas escolares se configuran en espacios para el
encuentro, puntos de interconexión y colaboración dentro de la comunidad
educativa; entornos sociales que actúan primordialmente de forma
presencial, pero que expanden su acción al entorno virtual. En
consecuencia, la biblioteca escolar debe actuar en el centro educativo
como dinamizadora de plataformas virtuales de interacción social.
Las
herramientas de la web social tienen un potencial inusitado a la hora
de planificar acciones de proyección e interacción con todos los
usuarios de la comunidad educativa. En este sentido, la biblioteca
escolar ha de administrar herramientas y plataformas que le permitan
proyectar sus servicios y programas a través de la red; fomentar la cultura participativa y abierta entre la comunidad educativa
con la creación de plataformas virtuales de interacción y
participación; armar desde la biblioteca redes sociales para el
intercambio de información focalizadas en aspectos concretos de la
comunidad específica a las que se vinculan.
No
es que las bibliotecas tengan que estar presentes en las redes sociales
y de comunicación como Facebook o Twitter. No es la biblioteca que deba
tener visibilidad en estas redes. Sino que en función de los objetivos
que persigue y sus ámbitos de actuación utiliza determinadas redes
sociales y servicios 2.0 existentes para configurar su propio entorno
virtual, personalizado y contextualizado a su realidad. El centro
es la biblioteca no la red. La red es un medio para expandir la
biblioteca en ramificaciones y porciones que le conforman una presencia
ubicua que le permite estar en todas partes y en cualquier momento.
La capacidad y el potencial de la biblioteca escolar para recopilar, seleccionar, organizar y mostrar en sus espacios en la red los recursos de apoyo para el desarrollo de la lectura y el aprendizaje en el centro, es ya una realidad en algunos centros educativos. Lo podemos comprobar en múltiples portales y blogs de bibliotecas escolares que disponen de catálogo en línea, selección de propuestas de trabajo en el aula, actividades, selección de recursos digitales, interacción con el alumnado (recomendaciones…), publicaciones y difusión de información a través de boletines, revistas, guías; sección para familias y actividades para las mismas, etc.
Hoy las bibliotecas escolares tienen diferentes opciones para disponer de canales que hagan posible la difusión y la producción de actividades. Así la biblioteca escolar puede gestionar un canal de vídeos dedicado al fomento de la lectura, a tutoriales o al desarrollo de la competencia informacional, aprovechando todo el potencial que proporcionan estos medios. Canales en los que tendrían cabida también recomendaciones de lectura realizadas por el alumnado del centro, presentación de exposiciones temáticas, grabaciones de encuentro con escritores, ilustradores, sesiones de clubes o grupos de lectura promovidos por la biblioteca, programas sobre libros y lectura de producción propia, etc.
Respecto a la utilización de las redes sociales en las bibliotecas escolares, hemos de decir que es incipiente y queda por construir experiencias de uso. Lógicamente, por la edad del alumnado y porque tienen acceso a dispositivos y conocen determinadas herramientas de la web 2.0, encontramos más actividad en este sentido en las bibliotecas de los institutos de educación secundaria.
Observamos
cómo la creación en la sociedad contemporánea de un espacio virtual
social con propiedades y leyes distintas al mundo físico multiplica
exponencialmente las posibilidades de actuación de la biblioteca
escolar. Cuando las acciones propuestas desde la biblioteca escolar van más allá de los muros de la escuela conectando la realidad escolar con la realidad social y cultural del entorno en el que se ubica el centro educativo, entonces la biblioteca expande su importante labor de proyección e interacción social.
2.4. La biblioteca escolar como agente mediador en la generación de ambientes de lectura en el centro
Los
responsables de la biblioteca escolar han de considerar que las
tecnologías están incidiendo notablemente sobre los comportamientos de
los lectores, aunque, y esto es fundamental tenerlo en cuenta,
constituyen una oportunidad para la motivación. La lectura es una
necesidad del ser humano, un instrumento esencial para el aprendizaje,
eje fundamental de la educación y de la economía del conocimiento.
Los
avances tecnológicos vienen como una oportunidad para estimular la
lectura y su fomento. Es importantísimo darse cuenta que debemos luchar
contra la desgana crónica de nuestros alumnos y las dificultades que les
supone la lectura y su comprensión, con la actual fractura constante de
contenidos en el entorno digital. La biblioteca ha de aprovechar al
máximo las oportunidades de aprehender mejor el mensaje de los textos
vengan estos alojados en un dispositivo de lectura electrónica, en una
tableta, en un ordenador, en un teléfono inteligente y abordar con estos
nuevos instrumentos su función mediadora y formativa.
En
este sentido la biblioteca escolar ha de dotar de visibilidad y
utilidad a los elementos y soportes de la cultura digital que ya
constituyen, en tiempos de la “cuarta pantalla” (1:cine 2:televisión
3:ordenador 4:dispositivos móviles), los entornos mayoritarios de
relación con la cultura a través de los contenidos que día a día se
consumen.
Pero
sobre esta cuestión la reflexión más relevante es la necesidad de
acometer desde la biblioteca escolar un giro importante en cuanto a su
función de mediación en el
ámbito del fomento de la lectura, avanzando desde la acción de promoción
de libros y textos escritos (sobre todo de literatura) a la de
promoción de textos especializados, científicos, informativos y,
ampliando el concepto de “texto”, a la promoción que permite la
interacción de texto y contexto: medio social, económico, político,
etc., en que el alumnado crece y se forma. Avanzar desde la promoción de
la lectura por y para el placer, también, a la promoción de la lectura
que forme lectores críticos, reflexivos y sensibles a su contexto vital.
Y
esto tiene que ver con centrar las actuaciones de desarrollo de
ambientes de lectura en la formación de lectores no solo literarios,
sino en la formación de lectores del contexto vital, como hemos dicho,
poniendo énfasis no tanto en el hábito de la lectura
como en el “comportamiento lector”, es decir, en valorar los aspectos
cualitativos más que los cuantitativos (números de libros leídos) que
favorezcan la reflexión respecto a la vida y el mundo en el que habita,
que consideren el contexto familiar y cultural, que le hagan comprender,
comprometerse y leer el mundo porque toda actividad de promoción de la lectura debería colocar al lector en el centro del proceso de lectura.
Lo que nos ha de importar realmente en la escuela en referencia al
fomento de la lectura es cómo se leen los libros más que los propios
libros.
El
fomento de la lectura ha de promocionar todo tipo de práctica lectora
pero debemos considerar la necesidad de alternar dos tipos específicos
que se presentan claramente definidos. Es importante que nuestros
alumnos realicen y desarrollen un tipo de lectura selectiva propia del
contexto digital, en todo tipo de discursos multimodales, pero también
es necesario iniciarlos y mantenerlos (en hábito y afición) en la
práctica de una lectura más lenta que puede ser analítica, reflexiva o
de disfrute y que resulta indiscutiblemente rica y beneficiosa a nivel
personal. Porque no
podemos permitir que chicos y chicas pierdan la experiencia de la
lectura sosegada y solitaria, aunque más tarde compartan sus lecturas en
una red social. No podemos permitir que dejen de cultivar la
sensibilidad y la capacidad de admiración que nos proporciona la
lentitud de los textos largos; no podemos dejar que pierdan la
oportunidad de interrogarse a ellos mismos mientras leen.
3. Enriquecimiento del perfil profesional del responsable de biblioteca escolar y cobertura administrativa
Todos
los elementos de cambio inciden irremediablemente en las competencias
del responsable de biblioteca escolar y en los grados de implicación de
equipos de apoyos y profesorado en su conjunto. Ya sabemos que la
biblioteca escolar no funciona solo con el bibliotecario, sino con la
implicación de los agentes de la escuela. Se precisa pues un perfil que
galvanice la colaboración de la comunidad educativa y que afronte con
flexibilidad su labor; por lo que se hace muy necesario abrir un proceso
de acreditación de esta figura en las organizaciones escolares que
garanticen la estabilidad y sostenibilidad de los servicios y programas que las bibliotecas ofrecen.
Hemos de enriquecer sus funciones con la atribución de filtro y redistribución de recursos digitales, la de facilitar entornos
de aprendizaje para la comunidad educativa, dinamizar los canales de
comunicación y dinamización en línea de la biblioteca escolar
(administración de comunidades), provocar la implicación de los equipos
docentes en la selección y preparación de materiales y recursos de
aprendizaje, acompañar y mediar en los programas de la competencia
informacional y fomento de la lectura, así como acompañar la explotación
de las TIC en el acceso y uso de contenidos.
Por
otra parte, la administración educativa ha de generar cobertura para
que el profesorado responsable de las bibliotecas escolares disponga de
referentes de actuación profesionalizada (tiempos, redes profesionales,
programas, directrices, herramientas de autoevaluación, etc.) y ha de
considerar que es preciso redefinir y resituar la relevancia y presencia de la biblioteca escolar en la sociedad contemporánea.
El
cambio es tan profundo en su esencia que necesariamente hemos de
contemplar un marco distinto al hasta ahora vigente en el que ya no
estamos hablando ni siquiera de un nuevo paradigma. Se trata de una
nueva conciencia y mirada de la relación del ser humano y del aprendiz y
de la escuela con el mundo. Esto requiere formación y transformación
radical de ciertas prácticas y actitudes; un cambio de grandes
dimensiones que supone, como hemos expresado en este artículo, repensar y
resituar la biblioteca, por ende la escuela, pero sobre todo precisa la
resituación de la conciencia humana.
Y entre los cambios posibles, convendría que la administración estableciera líneas de apoyos específicos a las bibliotecas escolares en función del grado de desarrollo de las mismas que incidan en su utilización eficaz.
Las administraciones con competencias en el ámbito de las bibliotecas
escolares han de promover y favorecer la creación de entornos
informacionales específicos que se constituyan en herramientas y referentes principales de información, interconexión, apoyo, comunicación, asesoramiento y colaboración del profesorado responsable de las bibliotecas de los centros educativos.
Gracias
a la constitución de entornos informacionales específicos y
profesionales el responsable de la biblioteca podrá mantener contactos
con otros profesionales, acceder a materiales específicos y buenas prácticas, realizar acciones formativas, etc. Pero estos entornos deben constituirse con fortaleza en nuestro país a través de la configuración de gabinetes o unidades multidisciplinares de apoyo a las bibliotecas escolares que proporcionen cobertura técnica y pedagógica a los responsables de las bibliotecas, faciliten acompañamiento de programas específicos de mejora y nutran de contenidos y recursos a las diversas redes locales que conforman el ecosistema bibliotecario de los centros educativos españoles.
* José García Guerrero es coordinador provincial de bibliotecas escolares en la Delegación Territorial de Educación, Cultura y Deporte (Málaga)